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Pintura al óleo
Echo I y Echo II forman una serie de dos pinturas al óleo, diseñadas para disfrutarse por separado o juntas, creando un díptico. Cada pintura presenta cuatro caras, todas orientadas hacia el centro, como si estuviera teniendo lugar una interacción silenciosa o una reflexión compartida.
Los variados tonos de los rostros y los fondos simbolizan la diversidad de identidades, emociones y experiencias humanas.
A pesar de esta diversidad, surge una unidad: todas estas caras diferentes convergen hacia un mismo punto central, expresando la idea de que, a pesar de nuestras diferencias, todos compartimos una humanidad común. Este juego de contraste entre diversidad y unidad evoca una reflexión sobre la forma en que nuestras individualidades coexisten y responden entre sí en el mundo.
Al mirar los rostros vueltos hacia el centro, se invita al espectador a preguntarse qué significa encontrarse, entenderse, intercambiar más allá de las apariencias. Cada rostro es un reflejo del mundo interior y exterior, como ecos que resuenan uno dentro del otro.
Al contemplar estas obras, el espectador puede sentir un eco personal, una resonancia interior que le empuja a reflexionar sobre sus propias identidades, relaciones y conexiones con los demás.
